Opinión

¿Tenemos lo que merecemos?. "Camionero García. Opinión

¿Tenemos lo que merecemos?. "Camionero García. Opinión
Tres camiones en carretera
¿Tenemos lo que merecemos?. "Camionero García. Opinión

¿De verdad tenemos lo que merecemos? Nadie en su sano juicio diría que sí. Entonces, ¿hemos perdido el juicio? Nos arrastran a ello. ¿Será que no somos capaces de gestionar nuestra vida? A nadie le obligan a estar donde no quiere, ni tener que aceptar la ruina de su negocio, la degradación y precarización de su trabajo o la pérdida de su independencia y la capacidad de decidir su futuro.

Esto pasa en nuestro sector, donde otros marcan el precio a cobrar y cómo gestionar los tiempos de trabajo a pesar de ser un sector muy normalizado y con infinidad de posibles sanciones por incumplir cualquiera de las leyes, normativas y reglamentos que nos obligan para ejercer una actividad tan necesaria para el buen progreso de la sociedad. Una actividad que comparte el espacio con el uso privado de los vehículos y, que esto último, prevalece respecto a nuestro trabajo, dada la cantidad de restricciones a las que nos vemos sometidos.

Y a esto podemos darle la vuelta, si entendemos que tenemos un espacio y un tiempo limitado, nuestro trabajo debe encarecer el servicio ya que la organización precisa de una especialización para realizarse. Si en los festivos, en algunos lugares, no podemos circular pero si estar parados en áreas de servicio para cumplir con estas restricciones y con las entregas, nuestro trabajo se debe encarecer, dado que para hacer estos servicios tenemos que estar presentes en nuestro puesto de trabajo en días de inactividad lejos de nuestros hogares.

Si nuestro trabajo está supeditado al estatuto del trabajador, los convenios provinciales o estatales, normas de tiempos de conducción y descanso, etc. el valor de nuestro trabajo debe tener un justo precio y por supuesto que por encima de cualquier salario mínimo interprofesional o superior por el tiempo empleado, por la cualificación del personal y por el alto riesgo que conlleva esta actividad.

Todo esto está muy bien pero, ¿cómo cambiar las cosas?

Se que es difícil cambiar un sistema viciado y mal acostumbrado a la precariedad, sobre todo en los últimos tiempos, pero la reflexión debe empezar por uno mismo, aceptando ser parte del problema, por dejadez, por falta de formación, coraje o por imbecilidad, que de esto también hay en el sector. Aunque duela, debemos ser conscientes de que estamos abocados a cambiar las cosas o a morir, y si hay que morir que sea por intentarlo, que sea luchando y siendo proactivo en las decisiones y no dejarse caer en ambigüedades ni falsas creencias. Todo ello pasa por eliminar de este gremio todo lo que no aporta, todo lo que ensucia y todo lo que manipula y defrauda.

Posiblemente este debería ser un sector intervenido de alguna forma por parte de los estados, sin marcar los precios, ni los costes y menos aún los beneficios. Pero sí por una inspección más rígida y contundente con las malas prácticas habituales para el desarrollo de la actividad.

Sí, y no me duelen prendas decirlo, una mayor inspección en toda la cadena de la actividad, desde los cargadores hasta el receptor final de las mercancías, pasando sobre todo y con duras sanciones a aquellos transportistas que compiten deslealmente, defraudan a la hacienda pública, manipulan sus camiones y explotan a sus trabajadores. Para ellos sanciones ejemplares y la incapacidad total para ejercer la actividad de ninguna manera posible, ni directa ni de manos de terceros. Sí, intervenida de manera que no se pueda ejercer monopolio o abuso de posición, para que todo el mundo pueda ejercer una profesión cualificada y leal.

Difícil ¿verdad? y ¿por qué no?

Pues no estamos por esta cuestión, sino más bien la contraria, se piden más horas de trabajo, más flexibilidad para dominar los mercados, más libertad para elegir donde centralizar su fiscalidad y mayor apertura a países de donde extraer mano de obra barata. Esto que no nos gusta a nadie, en la boca pequeña, pero que internamente gusta a unos: los empresarios, para seguir subsistiendo en el low cost; y a otros, porque al haber más horas en juego podemos alargar las jornadas de trabajo con la excusa de llegar a casa.

Esta es la idea de seguir precarizando el mercado del transporte en aras de la libre competencia y el libre mercado. Vamos, un engaño en toda regla. Un engaño que está costando vidas, penurias y separaciones familiares cuanto menos. Podemos seguir así, como si no pasara nada y asumir que siempre fue así y que poco podemos hacer. Pero es que ni siquiera ese poco hacemos y esto me lleva a la pregunta inicial, ¿de verdad tenemos lo que merecemos? Pues yo diría que sí.

Todos tenemos lo que merecemos. Los empresarios por mal gestionar sus empresas respecto a los cargadores. Los trabajadores por abandonar, sobre una falsa realidad, todos los derechos laborales que nos amparan. Y aquí las únicas que no tienen lo que merecen son nuestras familias, que soportan la ingratitud de esta profesión. Solo por ellas debería ser necesaria una reflexión.

Porque las cosas cambian cuando uno quiere cambiarlas.

Camionero García