Opinión

“Señor camionero", por Manuel Pérezcarro. Opinión

Grados relacionados con el transporte
Imagen de un conductor de camión
“Señor camionero", por Manuel Pérezcarro. Opinión

Me ha impactado un correo electrónico recibido en la federación de un conductor profesional que se quejaba del trato que los medios de comunicación y las redes sociales dan a los conductores profesionales a raíz de un accidente de circulación en el que se ha visto implicado un camión.

Es cierto que la noticia de un accidente de circulación tiene mucha más repercusión en la prensa cuando se ha visto involucrado un camión y, no digamos cuando es un autocar.

Todavía recuerdo un accidente sufrido hace unos años por un autocar de una empresa murciana en Tarragona al que la prensa local dedicó nada menos que cinco días consecutivos la primera plana y un número de páginas interiores desmesurado.

No sé si esto ocurre por lo excepcional del hecho, debido a la reducida siniestralidad de los accidentes en los que se ve involucrado un camión, o simplemente por morbo.

Lo cierto es que en relación por los kilómetros que realiza un conductor profesional – un conductor de larga distancia hace una media de ciento cuarentaicinco mil kilómetros anuales- las posibilidades reales de verse involucrado en un accidente son, al menos, diez veces superiores a las de un conductor de un turismo particular que haga quince mil kilómetros y, sin embargo las estadísticas señalan absolutamente lo contrario.

¿Y esto por qué? La respuesta es sencilla. Un conductor de camión o autobús está sometido a una normativa muy rigurosa para poder ejercer la profesión. En primer lugar, tiene que pasar unas pruebas superiores a las de un conductor de un turismo para poder obtener el permiso de conducir y una vez obtenido éste, no puede conducir un camión o un autobús sin haber obtenido el Certificado de Aptitud Profesional, para lo que requiere realizar un curso específico de 140 horas. Pero ahí, no queda la cosa, este certificado tiene que renovarlo cada cinco años, debiendo superar para ello un curso de 30 horas.

Si además el conductor tiene que transportar mercancías peligrosas, tiene que disponer del correspondiente certificado tras superar un curso de un mínimo 27 horas de clases teóricas más las prácticas horas e, igualmente, tiene que renovarlo cada cinco años.

Por otro lado, un conductor profesional de vehículos pesados está sometido a una rígida normativa sobre tiempos de conducción y descanso controlada por un aparato instalado a bordo del vehículo, el tacógrafo, cuyos datos son almacenados en el propio aparato y en dispositivos de almacenamiento externo para que puedan ser revisados tanto en las inspecciones en carretera de la Guardia Civil como por controles periódicos realizados por la Inspección de Transportes. La cuantía de las sanciones por incumplimiento de esta normativa es mucho más elevada que una sanción por infringir las normas de circulación, hasta 4.000 euros según el tipo de infracción, además de poder aparejar la pérdida de todos los puntos del permiso de conducir.

Además, las normas que regulan al conductor profesional son bastante más severas que las de un conductor particular. Así, los límites de alcoholemia permitida pasan de los 0,5 gramos por litro en sangre del conductor particular a 0,3 del conductor profesional.

A todas estas exigencias, tenemos que añadir la propia dureza del ejercicio de esta profesión que, entre otras cosas, obliga a pasar muchos días fuera del hogar -entre 22 y 25 de media para un conductor de larga distancia- y todo ello para que encontremos en el supermercado productos frescos todos los días, dispongamos de combustible en todas las estaciones de servicio, los hospitales o farmacias dispongan de material quirúrgico o medicinas, los establecimientos de ropa o electrodomésticos tengan repletas sus estanterías o recibamos pedidos de cualquier naturaleza en plazos impensables.

Esto no sería posible sin los conductores profesionales que merecen todo nuestro respeto y consideración. Por ello he de hacer mía la expresión de José Ignacio López de Arriortúa, el empresario vasco que revolucionó el mundo de la automoción cuando se refería a los trabajadores. En este caso tendría que decir para referirme al conductor profesional como señor camionero. (Foto de archivo)

Manuel Pérezcarro Martín

Secretario General de FROET