Una jornada sobre diez ruedas

Una jornada sobre diez ruedas

Miguel Soleguía pasa veinte horas al día en una cabina de tres metros cuadrados. Es uno de los más de 700 transportistas que se encargan de distribuir por carretera los contenedores que llegan diariamente al Puerto de Bilbao.

Son las 10 de la mañana en el aparcamiento de vehículos de transporte de Trapagarán. Más de medio millar de camiones descansan alejados del tráfico y los kilómetros en estas instalaciones. El baracaldés Miguel Soleguía es dueño de un viejo pero lustroso Renault azul con el que ha compartido viaje durante más de 38 años. Un imponente carro de tracción con las siglas ‘L.M. Soleguía’ tatuadas a ambos costados, al que le sigue un remolque adaptable, preparado para soportar hasta 30 toneladas de carga. Pero este gran armazón solo está habilitado para transportar 'containers', los que llegan en grandes buques al Puerto de Bilbao. Piezas industriales, metales, textiles, alimentos… su procedencia es igual de variopinta: Asia, Europa, América latina...

Miguel se prepara para salir porque ha recibido un mensaje en su teléfono móvil, un cargamento le aguarda en el puerto. Antes de meter la llave en el contacto, extrae un papel con forma circular, como un cd-rom, con un agujero en el centro. «Es una tarjeta de control, un tacógrafo que registra los kilómetros recorridos, las paradas que hemos hecho y la velocidad en cada punto», explica el transportista, «los camiones nuevos llevan tarjetas más modernas, nos tienen muy controlados, si no respetamos los descansos o pasamos de velocidad nos cae una multa».

Para un profano de la conducción a diez ruedas, la cabina se antoja un espacio amplio, con una panorámica privilegiada de la carretera, desde la que el resto de vehículos empequeñecen. Sin embargo, esos tres metros cuadrados se quedan pequeños convertidos en el 'hogar' de cualquier camionero. «Es el único trabajo del mundo en el que trabajamos, comemos y dormimos en el mismo reducido espacio. Nuestras jornadas de trabajo pueden alargarse más de veinte horas al día y nunca sabemos a que hora empiezan ni acaban, puede ser a las seis de la mañana o a las tres de la tarde», explica animadamente Miguel Soleguía mientras conduce rumbo a Ziérbana. A sus 55 años Miguel luce con orgullo el contador de kilómetros de su camión que, desbordado, debería marcar cerca del millón cuatrocientos mil kilómetros, pero solo tiene espacio para seis cifras. «Hemos pasado tanto tiempo juntos que hasta hablo con él», bromea el transportista, «siempre le pido que no se rompa, ¡porque de que voy a vivir si no!».

El trabajo en el puerto

El puerto bulle de actividad desde primera hora, cada año llegan a la bahía de Bilbao más de 2 millones de toneladas de mercancias en contenedores. Cerca de 750 camiones trabajan con las empresas del muelle para llevar a su destino los 'containers' que llegan por barco. La Asociación de Transportistas Autónomos del Puerto de Bilbao (ATAP) aúna a un 85% del total. «Desde la asociación estamos intentando que entre nosotros y las empresas que necesitan transporte no existan intermediarios, que no se queden parte de nuestro dinero desde una oficina», se queja Miguel, que asegura que antes el trabajo de transportista en el puerto estaba mejor pagado. «Ahora ganamos un euro por kilómetro, al que hay que restar gasolina, seguros, peajes... en total acabamos sacando 25 céntimos por kilómetro y al sueldo final hay que descontar dietas, averías...», calcula.

Arriba, Miguel Soleguía junto a su camión. Abajo izq, el tacógrafo. Abajo dcha, una grúa descargando  un contenedor en el Puerto de Bilbao

Arriba, Miguel Soleguía junto a su camión. Abajo izq, el tacógrafo. Abajo dcha, una grúa descargando  un contenedor en el Puerto de Bilbao    Arriba, Miguel Soleguía junto a su camión. Abajo izq, el tacógrafo. Abajo dcha, una grúa descargando  un contenedor en el Puerto de Bilbao

Una pequeña cola de camiones espera su carga. Mientras, Miguel mantiene una animada charla sobre los problemas de colapso en hora punta que ha solucionado recientemente Asier Atutxa, el presidente de la Autoridad Portuaria, y su miedo a que la llegada de Trump a la Casa Blanca y sus políticas proteccionistas mermen el trabajo en el puerto. Turno de bajarse. Miguel enseña los papeles al técnico que maneja la grúa para que identifique su contenedor. Con la destreza de manejar docenas de containers al día, la grúa levanta los 24.990 kilos de carga y los coloca sobre el remolque en un par de minutos, Miguel fija las sujeciones y se sube del nuevo al camión. Su teléfono suena, recibe un mensaje con la dirección a la que debe llevar su carga, se trata de una empresa de Torrelavega que espera el contenedor a las 15 horas de esa misma tarde. Miguel acepta el encargo con un 'OK'.

«Nos pasamos el día viajando, es un trabajo muy solitario, en cuanto bajamos del camión nos encanta charlar con alguien», ríe Miguel al final de la entrevista. -¿Y tu familia?- «La mujer del camionero es la gran olvidada, mientras estoy fuera ella es mi gestora, es quien se pelea con los bancos cuando el dinero no llega, quien se encarga de pagar la casa y la luz o de hablar con los profesores del colegio. Ella hace de madre y también de padre». Llevan casados 33 años y tienen una hija de 29. Miguel mira el reloj, tiene que salir ya para llegar a tiempo a Torrelavega, hoy no comerá antes de las cuatro de la tarde.

Fuente; elcorreo.com