El desvío de camiones de la N-340 cierra el 'templo' gastronómico de Torreblanca

El desvío de camiones de la N-340 cierra el 'templo' gastronómico de Torreblanca

A pesar de lo que nos habían dicho, el teléfono, sorprendentemente, da tono. Estamos llamando, supuestamente, al Restaurante Tona, uno de los templos gastronómicos de la N-340 a su paso por la provincia de Castellón. La voz de una empleada, en cambio, contesta: «Restaurante Casanova, dígame». Algo ha sucedido. Y pronto se descubre el pastel. «Nos hemos mudado». El Tona ya es historia. La carretera nacional ya no es rentable para los establecimientos. Ya no hay camioneros merodeando por allí desde 2014 y buscar soluciones nunca fue tan necesario.

El propietario del restaurante, Manuel Casanova, no quiere hacer más comentarios. Ni sobre reajustes de plantilla, ni sobre el cierre propiamente dicho. Ha hablado en muchas ocasiones con anterioridad y siempre ha sido muy claro: «Aquí había para todos, pero desde el desvío...».

Cuando dice «para todos» se refiere a los ocho o diez restaurantes que llegaron a convivir en la franja de la N-340 durante muchos años, dando de comer o de cenar a los transportistas que transitaban de norte a sur y de sur a norte de la provincia. Y cuando habla del «desvío» se refiere a la medida adoptada por el Ministerio de Fomento en abril de 2014 para llevar el tráfico pesado por la A-7.

Cuando los camiones dejaron de poblar la N-340, comenzaron a menguar las cuentas de resultados de los citados establecimientos. El principal, con una capacidad para 600 comensales y un parking de 50.000 metros cuadrados, se llama -se llamaba- Tona. Tras unos meses en caída libre que incluso le habían hecho plantearse a su dueño la posibilidad de venderlo, la solución ha sido otra: la mudanza, el cambio de estilo, el adiós definitivo a la carretera nacional que tantas alegrías le dio.

A decir verdad, el nuevo restaurante está ubicado en la avenida Valencia, que no es sino el tramo urbano de la N-340. Es algo parecido a decir que ha cambiado el perfil de los clientes. El propietario lo llama «cambio de estilo».

Un par de kilómetros más al sur queda ese gigante que hoy está vacío llamado Tona, con su barra de 40 metros que «incluso se quedaba pequeña» en determinadas horas punta. Eran mejores tiempos.

Desgraciadamente para el sector, lo que sucede en el Tona no es algo aislado. La decena de restaurantes que poblaban la N-340 y que eran protagonistas del boca a boca entre los transportistas, viven situaciones, si no idénticas, sí parecidas. EL MUNDO ya advirtió el pasado mes de agosto de 2016 cómo muchos de estos establecimientos ya estaban a la venta, esperando ofertas. Piero, Casa Tere, Miramar...

En algunos casos, el argumento para aguantar el chaparrón era más emocional que económico: «Yo mantengo mi negocio porque es el esfuerzo de muchos años de mis padres», decía un empresario que, en cambio, había tenido que despedir a más de la mitad de su plantilla.

Fuente: elmundo.es