El taxi de un millón de kilómetros

El taxi de un millón de kilómetros

El presidente de Radio Taxi, Borja Musons, asegura que de los 774 taxis que circulan por Bilbao él puede contactar sin problemas con unos 710. Los restantes son conductores que no están activos o taxistas «que van un poco por libre». El compañero cuya aguja del cuentakilómetros ha superado el número redondo del millón se encuentra entre esos pocos a los que Musons no puede localizar tan fácilmente.

Sin embargo, el presidente sí conoce su número de registro de memoria: 530. «Es un clásico. Si alguien ha llegado a esa cifra tiene que ser él. Suele andar por Termibus. No hay pérdida, conduce un Mercedes viejo muy cuidado».

Efectivamente, Juan Ramón Monasterio aparece a mediodía cerca de la estación provisional de Luis Briñas, dispuesto a cumplir con su jornada diaria de doce horas. Su vehículo es un ‘Mercedes 300D’ adquirido en 1993 con motor original de 6 cilindros en línea, una reliquia que la propia compañía de coches reconoció como uno de sus mejores modelos. «Ni la ITV ni los clientes me han dicho nunca nada. No me ha fallado ni una vez», se enorgullece Juan Ramón, que resta importancia a los 1.137.000 kilómetros que ha recorrido por la calles de Bilbao. «Antes se construía sin obsolescencia programada.

Ahora hemos perdido el hábito de cuidar las máquinas. Simplemente compramos nuevas». Además de los controles rutinarios, Juan Ramón se esmera mimando a su fiel compañero. «Parte del servicio que ofrecemos supone tener el coche en unas condiciones perfectas». Revisa el motor, comprueba la mecánica, cambia el aceite cada 10.000 kilómetros y, si descubre un rayón o un desconchado, lo arregla al momento.

A sus 60 años se ha vuelto un taxista experimentado, un tanto cascarrabias e innatamente acogedor. Comenzó en este oficio en 1986, después de haber trabajado como camarero en Barakaldo y Deusto. «En aquella época, padres e hijos compartíamos la misma licencia». Su padre, que le enseñó a conducir por las carreteras de su pueblo en un ‘600’, trabajaba de día y Juan Ramón tomaba el relevo por la noche. El ambiente nocturno actual, asegura, no se parece en nada al de entonces. «Había muchísimo movimiento, el barrio de ‘la Palanca’ estaba muy vivo y en general no encontrabas a gente tan pasada de rosca como ahora. Hace mucho que abandoné la noche. Me di cuenta de que había dejado de ser joven».

Nueva competencia

Juan Ramón guarda una brocha cerca del freno de mano para limpiar el polvo de los asientos. «Al final somos embajadores de Bilbao. Damos la bienvenida a los turistas, les contamos la historia de la ciudad y los lugares de interés. Es la primera impresión que se llevan. Por suerte, el gremio aquí es amable y nada engañoso. Involuntariamente, ayudamos a mejorar la imagen de la ciudad. Deberían tenernos más en cuenta, como hacen en Londres o Nueva York. Con la competencia de Uber, Blablacar y el uso del transporte público, nuestro oficio cada vez está más complicado».

Hastiado por el estrés de la conducción urbana, solo conserva un último placer de carretera. «A veces un cliente me pide un viaje largo, de muchos kilómetros. Después, cuando vuelvo solo, me encanta salirme de la autopista y poder conducir tranquilo por las carreteras de curvas».

Fuente: elcorreo.com