El Gran Hermano de la carretera

El Gran Hermano de la carretera

Redactar un atestado tras un accidente de tráfico puede ser una ardua tarea. Las pruebas físicas, la versión de las partes o el testimonio de los testigos componen a veces un rompecabezas en el que las piezas se empeñan en no querer encajar. Los despachos de los juzgados están llenos de pleitos que se eternizan, precisamente por la dificultad de determinar las circunstancias del siniestro. Esa situación podría tener los días contados si los vehículos a motor vinieran equipados con una cámara que registrara todo lo que sucede a nuestro paso en la carretera. En Rusia todos los coches la llevan ya incorporada de fábrica, bien es cierto que allí el asfalto es una jungla. Aquí no existe normativa al respecto, pero las aseguradoras ya se plantean incentivar la instalación de unos dispositivos que aclararían prácticamente todos los siniestros y eliminarían de un plumazo la mayor parte de los casos de fraude.

Comenzaron a hacerse populares entre los conductores rusos en torno a 2013, como único medio para protegerse de los abusos policiales y de los intentos de estafa. La práctica de fingir atropellos para cobrar después una indemnización del seguro llegó a alcanzar proporciones de fenómeno en el gigante ruso, obligando a muchos conductores a tomar medidas preventivas. La grabación dejaba en evidencia la pantomima de quienes se abalanzaban sobre los coches de manera temeraria. Y también a los agentes que pretendían recibir un soborno a cambio de evitar una sanción. También sirvieron para documentar el Bólido de Cheliábinsk, un meteorito que cayó cerca de la frontera con Kazajstán dejando 1.491 heridos en febrero de aquel año. Desde entonces se han hecho populares en todo el mundo y la red se ha llenado de vídeos grabados sobre ruedas que recogen pifias antológicas, accidentes espectaculares o delincuentes en acción. Hace unos días una de ellas captó los últimos segundos de vida de un fugitivo abatido por unos agentes en Oklahoma y el pasado verano la Policía estadounidense publicó una grabación similar para defender su actuación en un tiroteo en Charlotte.

La tecnología que utilizan es bastante sencilla. Una cámara instalada en el salpicadero o adherida al parabrisas que va registrando todo cuanto sucede ante el vehículo en movimiento. Puede captar además otros datos, como la velocidad a la que se circula o su ubicación mediante un sistema GPS. La grabación se almacena en una tarjeta de memoria que puede reproducirse en el mismo aparato o en cualquier otro dispositivo. Los precios oscilan entre los 300 euros de las más avanzadas hasta los menos de 50 que cuesta la versión más modesta. La gente recurre a ellas para grabar sus trayectos habituales, una puesta de sol o para hacerse selfies, pero el uso más práctico es el de llevar un registro de incidencias que se revela muy útil en caso de siniestro.

«Resolvería gran parte de los pleitos por accidentes de tráfico –reconoce el abogado especializado Octavio Lunes–, y sería una prueba objetiva perfectamente admisible en un procedimiento judicial». Como lo son actualmente otro tipo de grabaciones, que sin embargo plantean algunos problemas. Las realizadas por establecimientos comerciales generalmente sólo enfocan el entorno más cercano del local. «Es difícil que capten el escenario completo de un accidente, pero las hemos utilizado como prueba en varias ocasiones», apunta el letrado. Las de control de tráfico tampoco son muy útiles porque «normalmente sólo reproducen la imagen o el registro se mantiene por un periodo muy breve».

La grabación realizada desde el interior del vehículo representa un salto cualitativo importante. Hoy se aceptan como prueba reconstrucciones digitales realizadas por ingenieros en base a los datos del atestado, estimaciones de velocidad y trayectoria o circunstancias meteorológicas. Pero es un sistema que tiene margen de error y resulta caro. «Contar con una grabación de calidad de ambos vehículos eliminaría de golpe toda la parte del proceso destinada a determinar las circunstancias del siniestro en un juicio y permitiría centrarnos en valorar los daños», explica el director del despacho Pérez Tirado.

Las aseguradoras apuntan en la misma dirección y valoran la posibilidad de incentivar su instalación. «No cabe duda de que facilitan mucho la labor a la hora de determinar la responsabilidad de cada implicado en un siniestro», explica Concepción Valledor, gerente de fraude del área de prestaciones Auto de Mutua Madrileña.

¿Abaratar los seguros?

Aunque de momento no existe ninguna iniciativa a nivel sectorial, las principales compañías estudian ya diferentes posibilidades para hacerlas atractivas a sus asegurados. Entre las opciones que barajan cabría asumir los gastos de instalación o abaratar el coste de la prima. Al fin y al cabo, la aseguradora gozaría de un «valioso instrumento para luchar contra el fraude». Pero, de momento, sólo se atreven a apuntar la opción de eliminar el plus que todavía hoy se cobra al ser consideradas un accesorio extra.

Aunque llevar un testigo en el salpicadero conlleva indudables ventajas, también plantea algunos problemas, relacionados con la protección de datos y la intimidad. En España no hay una normativa específica para las ‘dashcams’, como sí la hay para los detectores de radares. «En principio, realizar una grabación en la vía pública no está prohibido. El dilema surge cuando se pretende publicar esas imágenes o aportarlas en un juicio». Con la Ley de Protección de Datos en la mano, no podrían mostrarse ni los rostros de personas ni las matrículas de los vehículos ajenos al siniestro.

¿Cabe esperar que la cámara de salpicadero acabe siendo un requisito obligatorio, como en su día lo fue el cinturón de seguridad en el asiento trasero? «Obligar al usuario a hacer un desembolso económico sin que vea un beneficio directo a cambio juega en su contra», admite Octavio Lunes. Parece claro que la implantación debería pasar necesariamente por una alianza con los fabricantes, para que lo que hoy se considera accesorio acabe siendo una prestación de serie. En España, de momento, no hay normativa al respecto. «Como en muchos aspectos, la tecnología va por delante de la legislación», apuntan desde el sector. Prácticamente todos los fabricantes lo incluyen entre sus componentes, pero «generalmente a petición del cliente o como parte de una oferta puntual», explican desde la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC).

Su implantación generalizada sería un paso más hacia un mundo que vive crecientemente monitorizado. Hoy en día hay cámaras en muchas calles, plazas y casi en cada establecimiento comercial, todo el mundo lleva una en el teléfono móvil y pronto parece que las carreteras estarán surcadas por miles de ojos. No evitarán los accidentes, pero no habrá ninguno sin testigos.

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